1 Ιουλίου 2011
ANACREONTE O EL ENAMORADO
ANACREONTE O EL ENAMORADO
(Homenaje a la vejez)
Nunca pude pensar que envejecernos
fuera esta plenitud que se reclina
del lado del poniente como tarde,
ya en la noche avanzada, nos volvemos
por consumir el sueño que nos queda
con postrer frenesí. Yo no sabía
que como rizos blancos la fragancia
de unas rosas postreras nos adornan
con impalpable toque de años idos
que apenas pesan. No, no son los días
aquel desconfiado interrumpirnos
en nuestra actividad, indecisiones
que nos hacen vivir cual si la vida
estuviera engañándonos. Ahora
todo es verdad, la vista se recrea
sobre tanto fastidio insatisfecho
como el pastor vigila sus ovejas,
pasado el crudo sol, en los confines
de un país menos hosco. Todo es suave
como un atardecer ensimismado.
Y aunque el cuerpo cansino no recuerde
sus sobresaltos, dentro, muy adentro,
el permanente joven sin torturas,
el corazón, no cesa de decirse
-a quién, ya no se sabe, a quién, en dónde-:
Amor, amor, amor, amor, amor.
Juan Gil-Albert (España, 1904-1994)
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